Eduardo Álvarez Vanegas, Kyle Johnson, Ángela Olaya, Juanita Vélez
03/mayo/2021
Una explicación detallada de cómo y por qué se han transformado las disidencias de las FARC desde la firma del Acuerdo de Paz.
Un mensaje peligrosos
El pasado 21 de abril, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, la canciller de Colombia, Claudia Blum, afirmó que “debe considerarse la existencia de disidencias de FARC como un incumplimiento, justamente, de la antigua guerrilla, convertida ahora en partido político.”
Al día siguiente —y una vez que las declaraciones de la canciller fueran rechazadas por distinto sectores —, el consejero para la estabilización, Emilio Archila, corrigió el mensaje y dijo que quienes abandonaron el proceso “tienen que responder individualmente”. Pero las palabras de la ministra Blum fueron muy peligrosas y causaron daño:
Apelaron a la teoría de la conspiración, del “plan B” de las FARC, según el cual la guerrilla pretende tener un pie en la legalidad y el otro en la ilegalidad;
Reeditaron la distinción entre “brazo armado” y “brazo político”, propia de la doctrina de la seguridad nacional, que estigmatiza a quienes sí cumplen los acuerdos de paz; y
Desviaron el debate sobre las transformaciones que han tenido las disidencias de las FARC desde 2016, cuando el Frente Primero y cinco mandos se apartaron del proceso.
Más allá de las culpas sobre la existencia de las disidencias –en parte debida al fracaso de las primeras políticas de estabilización del gobierno Santos–, este fenómeno merece una mirada más holística, matizada y cronológica.
¿Reincidencia?
Para una explicación más integral de las disidencias, deben tenerse en cuenta los informes de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), el International Crisis Group (ICG) y la Fundación InSight Crime, así como las interpretaciones de “removilización” de Francisco Gutiérrez y otras más sistemáticas e históricas, como la de Mario Aguilera.
Estos análisis coinciden en que las disidencias no son monolíticas, no tienen cobertura nacional y tampoco son una punta de lanza de quienes sí se apegaron al proceso de paz. Al igual que sucedió en su momento con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), no todos quienes integran los grupos disidentes pertenecieron a las FARC.
En 2014, la FIP encontró que el 76 % de los desmovilizados de las AUC no fueron reincidentes. A un resultado similar podría llegarse en el caso de los excombatientes de las FARC, pero con una diferencia: los líderes más visibles de las disidencias sí fueron parte de la guerrilla, lo cual no es menor en términos de capacidades y destrezas.
Iván Mordisco, Gentil Duarte y otros cuatro mandos medios del Bloque Oriental se apartaron del proceso de paz en junio de 2016
Esto lo reconoce el propio gobierno nacional. El Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, ha dicho que “los que engrosaron inicialmente las disidencias son los que nunca entraron al Acuerdo, más gente nueva que han ido reclutando y milicianos que no se desmovilizaron”.
En todo caso, después de cinco años de transformaciones de las disidencias, no se ha medido el grado de reincidencia de sus miembros. ¿Por qué el gobierno no le cuenta al país y a la comunidad internacional quiénes integran realmente estos grupos, en lugar de reconocer simplemente las “responsabilidades individuales”?
Medir la reincidencia y la “removilización” de los excombatientes de las FARC es hoy fundamental, teniendo en cuenta que:
En 2016 había cuatro disidencias y en 2020 ya hay entre veinte y veinticinco, dependiendo de cómo se agrupen, según la Fundación Conflict Responses-CORE.
El reclutamiento forzoso ha aumentado, en muchos casos por parte de guerreros especializados y curtidos guerreros, como ha advertido hasta la saciedad la Defensoría del Pueblo.
Las transformaciones
La historia de las disidencias puede dividirse al menos en tres momentos:
2016-2017.
Iván Mordisco, Gentil Duarte y otros cuatro mandos medios del Bloque Oriental se apartaron del proceso de paz en junio de 2016 y, en diciembre de ese año, fueron expulsados por parte del antiguo secretariado de las FARC.
Al mismo tiempo, en Nariño, Cauca, Putumayo y Antioquia comenzaban a formarse los primeros grupos, que serían la base de lo que hoy se conocen como el Frente Oliver Sinisterra, el Bloque Occidental Alfonso Cano, la Columna Móvil Dagoberto Ramos, la Columna Móvil Jaime Martínez, el Frente Carlos Patiño y los Comandos de la Frontera – Ejército Bolivariano.
2018.
Varios mandos militares, principalmente del Bloque Oriental, se retiraron del proceso de paz para crear en la clandestinidad una “Segunda Marquetalia”.
En Nariño se hizo evidente el proceso de fragmentación. En Catatumbo y Arauca aparecieron nuevos grupos derivados de las antiguas milicias. En Cauca se dieron varias disputas armadas, y había indicios del surgimiento de otros grupos en el eje Caquetá–Huila–sur de Tolima–Sumapaz.
2019-2021.
En agosto de 2019 se oficializó la creación de la Segunda Marquetalia, por medio de un manifiesto y un video donde aparecieron Iván Márquez, Jesús Sántrich, Romaña y El Paisa, junto con mandos militares y cuadros de las antiguas FARC.
Este período se ha caracterizado por los intentos fallidos de negociación entre la Segunda Marquetalia y Gentil Duarte. Aunque al principio no hubo conflictos abiertos entre ambos grupos, parece que esto ha cambiado desde marzo de este año, por lo que ocurre en Apure (Venezuela), Meta, Nariño y Putumayo.
La Segunda Marquetalia ha enviado comandantes a varias regiones para ganar influencia, fundar organizaciones armadas y retomar al acumulado que les dejó décadas de pertenencia a las FARC. Mientras tanto, Gentil Duarte “coordina” de forma más o menos clara las unidades disidentes que se unieron en febrero de 2020 para crear el Comando Coordinador del Occidente (CCO), y que hace presencia en Cauca, Nariño, Valle del Cauca, Tolima, Putumayo, Caquetá, Guaviare, Meta, Casanare, Arauca, Catatumbo, Vaupés y Guainía.
Liderazgos nacionales, arreglos locales
De manera simultánea a lo anterior, han tenido lugar otros procesos subregionales que no necesariamente están subordinados a los liderazgos más visibles.
Puede que existan diálogos o algún tipo de coordinación, pero nuestra información da cuenta de pactos locales que no necesariamente pasan por cabezas como Gentil Duarte o Iván Márquez.
Estos arreglos darían pistas sobre la autonomía local de las disidencias, a pesar de su vinculación a liderazgos “nacionales”. A su vez, esto implicaría que las jerarquías siguen siendo locales en el sentido de que las decisiones son tomadas por los comandantes de cada unidad. Por eso es tan importante analizar cada grupo en su individualidad, sus liderazgos, sus normas internas y su base de reclutamiento.
De hecho, en departamentos como Nariño y Antioquia, existen grupos “independientes”, que no se coordinan ni con la Segunda Marquetalia ni con Gentil Duarte, y que tienen mucha más autonomía.
Foto: Comunicado
¿Más fragmentados?
En el pasado, las FARC se organizaron en un Estado Mayor y varias instancias de mando y coordinación. Las disidencias están lejos de organizarse bajo una sola unidad de mando.
En su mayoría, estos grupos están representados por cabezas políticas y militares, en muchos casos con un recorrido político y criminal de décadas en las antiguas FARC, con amplias redes sociales y financieras. En parte por sus recorridos después de las FARC, varios de estos comandantes no han querido unirse en una sola organización.
Por eso, hoy en día, estos grupos disidentes están enfrentados indirectamente, a través de guerras “proxy” entre la Segunda Marquetalia y Gentil Duarte. Quizás el ejemplo más claro sea el conflicto actual en Apure, donde fuerzas oficiales venezolanas se han enfrentado con el Frente 10 (coordinado por Gentil Duarte), para beneficio de la Segunda Marquetalia.
En Putumayo y Nariño, dos grupos ya existentes –Comandos de la Frontera y Bloque Occidental Alfonso Cano, respectivamente– se unieron a la Segunda Marquetalia. Al hacerlo, las disputas previas de estos grupos con unidades coordinadas por Gentil Duarte se convirtieron en enfrentamientos indirectos entre estas dos grandes disidencias.
Pero además de lo anterior, las disidencias tienen liderazgos cambiantes. Por ejemplo, la Segunda Marquetalia ha anunciado la existencia de varias unidades en Chocó y Cauca, pero aún no se tiene certeza sobre quién las lidera.
Otro ejemplo es alias “Jhonier”, quien se ha presentado en redes y en entrevistas como el comandante de los diferentes grupos en Cauca y Nariño, pero cuyo mando y control interno efectivo no son claros. En definitiva, una cosa es la visibilidad y el trabajo en redes y plataformas virtuales, otra muy diferente es el liderazgo real en las zonas de operaciones.
El proceso de paz ahondó y sacó a luz diferencias internas de vieja data en las FARC. Esto explicaría por qué algunos excombatientes quieren atribuirse una “identidad fariana” única, mientras que otros parecen obedecer a lógicas criminales, donde el nombre “FARC” es solo es una marca que oculta liderazgos mafiosos.
No todo es narcotráfico
Las experiencias internacionales muestran que, aunque se haya negociado la paz, es usual que los grupos armados sigan existiendo, y no solo por motivaciones económicas.
Por supuesto, las motivaciones económicas son importantes. En algunos casos, se trata de una ventaja táctica para posicionarse militarmente, como sucede con Gentil Duarte. En otros casos es el desenlace de un proceso de degradación criminal que venía incluso bajo las banderas “revolucionarias” de las FARC, como ocurre en el caso de la columna móvil Daniel Aldana, en Nariño.
Pero también están las motivaciones políticas, que se han hecho más evidentes a medida que estas organizaciones se transforman. En algunos casos, los disidentes sintieron que no había incentivos para continuar en el proceso de paz o se enfrentaron a contradicciones internas durante la negociación y la implementación.
Las experiencias internacionales muestran que, aunque se haya negociado la paz, es usual que los grupos armados sigan existiendo. Las precarias garantías de seguridad —confirmadas por la muerte de siete excombatientes en una semana, como lo advirtió la ONU— siguen poniendo en duda a muchos sobre la utilidad de continuar en el proceso de paz. Además, el entorno político en Colombia y Venezuela, y la aspiración de refundar un nuevo proyecto fariano fueron factores decisivos.
El panorama sigue siendo confuso. Por ahora, las disidencias siguen creciendo y, paralelamente a la continuidad de otros grupos armados y criminales de diversa escala, Colombia camina por un nuevo ciclo de guerra más fragmentado y difuso, limitado a ámbitos locales o subregionales –especialmente en las fronteras–. En este nuevo escenario, las zonas grises entre lo criminal y lo político se acentúan, y el costo lo pagan quienes le apostaron a la paz, no quienes la torpedean.
*Texto publicado originalmente en Razón Púbica
https://razonpublica.com/camaradas-enemigos-cinco-anos-transformacion-las-disidencias/
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