Foto: @infopresidencia
Juanita Vélez y Kyle Johnson
23/Noviembre/2020
Las disidencias de las FARC son un riesgo grande para la seguridad a nivel regional, pero no lo son para el Estado central. Tampoco hay una guerra entre Gentil Duarte e Iván Márquez.
Las disidencias
Los recientes golpes del gobierno a las disidencias de las FARC y la entrevista que Ariel Ávila y Andrea Aldana le hicieron a “Jonnier”, el tercero al mando de Gentil Duarte e Iván Mordisco, han puesto a estos grupos en el centro de la opinión pública.
Según nuestro trabajo en la Fundación Conflict Responses, hoy existen 29 grupos de este tipo que operan en distintas regiones del país. Algunos de ellos se han agrupado en estructuras más grandes. Por ejemplo, el Frente Jorge Briceño entre Caquetá, Huila, Meta y Guaviare es una unión de los frentes 7, 40 y 62. Al mismo tiempo, la Segunda Marquetalia tiene seis unidades en diferentes zonas del país.
Aunque todas esas disidencias son un riesgo para la seguridad de las comunidades y el Estado local en esas regiones, no lo son todavía para el Estado central. Sin embargo, no se ha estudiado lo suficientemente su funcionamiento ni se ha estimado bien su grado de poder.
El Frente Jorge Briceño es una unión de los frentes 7, 40 y 62. La Segunda Marquetalia tiene seis unidades en diferentes zonas del país
Cómo medir el poder de un grupo armado
El nivel de riesgo y grado de poder de las disidencias varía según la región, grupo disidente, sus trayectorias y sus disputas con otras agrupaciones.
Por ejemplo, el poder del frente Oliver Sinisterra en Nariño, golpeado por los Contadores —otro grupo armado de la zona—, no es igual que el del frente Primero en Guaviare, Caquetá, Vaupés, Guainía y Meta. El frente Oliver Sinisterra busca regular el narcotráfico y controlar el territorio para permitir su funcionamiento; sus líderes, cuando hacían parte de las FARC, jugaban el mismo papel.
El frente Primero ha logrado consolidar su control en varias zonas, al punto de enviar miembros a algunas partes del país para fortalecer otras disidencias. Aunque también tiene un papel con el narcotráfico, sigue realizando trabajo político en zonas bajo su control, como hacía antes de la firma del Acuerdo de Paz.
Es común medir la fuerza de un grupo armado ilegal en función de su número de integrantes, su violencia, la cantidad de municipios en los que tiene presencia y sus presuntos ingresos económicos.
Aunque importantes, esos indicadores en realidad no miden el poder real de un grupo armado. Para esto, también habría que saber dónde ejerce (y dónde no) el control territorial, tanto político como militar y cómo lo ejerce. Esto a su vez implicaría averiguar dónde el grupo armado en cuestión es capaz de organizar la vida social, política y económica de las personas y también evitar que otros grupos realicen operaciones militares consistentes. Es decir, es necesario ir más allá de la presencia.
Un grupo armado puede controlar el territorio sin necesariamente recurrir a la violencia. Por este motivo puede percibirse un riesgo bajo, pero en realidad el peligro es inmenso.
Foto: Razón Pública.
Disputas entre grupos
En algunas zonas el control territorial de estos grupos es frágil debido a las disputas con otros grupos armados. Allí, la violencia se ve en homicidios, enfrentamientos, amenazas y desplazamientos forzados, entre otras afectaciones.
En las regiones del Cauca, Nariño, Bajo Cauca antioqueño, sur de Córdoba, Putumayo y Catatumbo este riesgo es alto. Pero en estos sitios, el poder de las disidencias es menor que en los lugares donde consolidaron el control territorial.
Estas disputas son locales y en muchas ocasiones se reducen a un grupo pequeño de municipios. El conflicto entre el frente Carolina Ramírez y la Mafia 48 en Putumayo se limita a cinco municipios entre el medio y bajo Putumayo y Piamonte caucano.
La disputa del frente Carlos Patiño contra el ELN en el Cauca se limita principalmente a Argelia y el Tambo. En Nariño, la columna móvil Franco Benavides combate las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), en el municipio de Magüí Payán y en menor medida en Policarpa.
Al analizar las disidencias por regiones, lo claro es que ninguna de estas disputas hace parte de una guerra nacional.
No hay guerra nacional
Revisar rápidamente algunas zonas del país permite hacer una aproximación al riesgo que representan para la seguridad, al mismo tiempo que facilita la tarea de identificar las zonas donde se consolida su control territorial.
También se hace evidente que no hay una guerra entre las unidades vinculadas a Gentil Duarte y las de Iván Márquez. Sólo hay un caso, Algeciras (Huila), donde sí hubo una disputa, pero ya no.
Desde finales de 2018 se conocieron panfletos en este municipio de un grupo que respondía a la línea de mando de Duarte y que se presentaba como la Comisión Financiera de las FARC o la Unidad Manuel Marulanda Vélez.
Hacia finales de 2019 comenzó una serie de asesinatos selectivos de algunos excombatientes y líderes sociales. Aunque no representaban un conflicto abierto, algunas de las víctimas habrían tenido conexiones con la Teófilo Forero, históricamente comandada por El Paisa, hoy en la Segunda Marquetalia.
En julio, tras la captura de alias Hermes, de la unidad Óscar Mondragón de la Segunda Marquetalia, ocurrió la masacre de Quebradón, además de varias amenazas a excombatientes no acreditados y acusados de pertenecer a ese mismo grupo.
Desde entonces, parece ser que la comisión de Duarte empezó a trabajar para su propio interés, por lo que el líder disidente se quedó sin gente en la zona y así acabó esta corta disputa.
En el Meta, aunque existen tres frentes de Gentil (el séptimo, el 40 y el primero en Mapiripán) y una unidad de la Segunda Marquetalia, no hay evidencia sólida de una disputa entre ellos.
En diciembre de 2019 aparecieron grafitis de la Segunda en las veredas La Cima y La Esperanza del municipio de El Castillo. En junio de este año el desplazamiento de varios excombatientes del nuevo punto de agrupamiento de El Diamante, en zona rural de Uribe, se leyó en este municipio como el resultado de una amenaza de Calarcá, líder de la disidencia del frente 40.
Parece que para él estos exguerrilleros eran afines a la Segunda Marquetalia, dado que esta fue la última zona liderada por Romaña. A pesar de esto aun no se registran enfrentamientos.
En el departamento, los tres frentes vinculados a Gentil sí ejercen un control territorial político, al imponer manuales de convivencia, carnetizar y censar a algunos pobladores y actuar como “tercera instancia” para resolver peleas entre la gente.
En el Cauca, existen cuatro unidades disidentes vinculadas al Comando Coordinador del Occidente (CCO): las columnas móviles Dagoberto Ramos y Jaime Martínez, y los frentes Carlos Patiño y el frente 30 Rafael Aguilera. La disputa armada en el departamento es entre el “Patiño” y el ELN.
En el Meta, aunque existen tres frentes de Gentil y una unidad de la Segunda Marquetalia, no hay evidencia sólida de una disputa entre ellos
Estos grupos buscan ejercer un control político y en menor medida militar en las zonas donde operan. La Dagoberto Ramos tiene una lucha contra el movimiento indígena por ser autoridad política en el norte del Cauca, lo cual explica en buena parte las amenazas, homicidios y hasta masacres en su contra.
También en este departamento, las unidades del CCO han impuesto órdenes para evitar la llegada y frenar el aumento de casos de Covid-19. Además ofrecen “protección” frente a otros grupos armados.
En Cauca no hay presencia confirmada de la Segunda Marquetalia. Aunque hubo combates en agosto y capturas de presuntos miembros del grupo, hay más dudas que certezas. Es probable que un grupo criminal se hiciera pasar por gente de Márquez.
Además, en sus comunicaciones más recientes este grupo no habla sobre unidades suyas en este departamento, pero en cambio sí ha mencionado unidades en el Catatumbo, Caquetá y Huila. De hecho, niega su presencia allí y señala que los comunicados a su nombre son falsos.
En Antioquia, el frente 18 Román Ruíz está vinculado a la Segunda Marquetalia, mientras el frente 36 es independiente. No tienen conflicto entre sí y tampoco actúan de manera conjunta.
Sin embargo, la fuerza pública ha golpeado fuertemente el frente 36. Esto hizo que el frente 18 ocupara varias zonas que han quedado “libres”. El frente 18 sí tiene una disputa con las AGC. Sin embargo, ha logrado controlar políticamente varias zonas, aunque su control militar es más débil.
En el sur de Tolima, operan el frente Alfonso Cano de la Segunda Marquetalia y la columna móvil Ismael Ruíz del CCO. Pero en las palabras de una fuente que conoce la región a fondo, “no he visto la primera muerte por una confrontación entre ellos”. Además, ningún grupo parece controlar la región, ni militar ni políticamente.
En el Catatumbo tampoco hay guerra entre el comando Danilo García de la Segunda Marquetalia y la disidencia del frente 33 vinculada a Gentil. La disputa principal sigue siendo entre el ELN y el EPL, aunque algunas fuentes reconocen que estas disidencias pueden enfrentarse en el futuro. Sin embargo, debido a la cantidad de grupos armados en la región, su control territorial es limitado.
Este análisis corto pone en evidencia que estos grupos son una clara amenaza para las regiones, pero no para el Estado central. Conocer sus alcances es una tarea difícil que únicamente puede hacerse brevemente en este texto. Hay muchos temas que requieren más investigación a fondo para dimensionar su poder real.
*Texto publicado originalmente en Razón Púbica
https://razonpublica.com/las-disidencias-las-farc-riesgo-regional-sin-guerra-nacional/
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